De camino hacia el Ritacuba Blanco por la ruta normal, esta imponente pared repentinamente se le presenta al caminante con indescriptible majestad. En enero de 1980, estuve contemplando inmóvil este panorama por varios minutos desde la bifurcación que se encuentra entre los Ritacubas Blanco y Negro. Nunca antes había experimentado tal vista, por primera vez presenciaba una pared de tal proporción, con magnetismo y vértigo mezclados en mi pecho me preguntaba: ¿cómo se verían un par de escaladores desde aquí?
Habíamos admirado por varios años este gigantesco diedro, pero aún seguíamos esperando el momento adecuado, cuando nuestra confianza nos invitara a visitarlo sin objeciones. La ruta Tétanos fue nuestra primera incursión a esta desconocida e intimidante formación que nos brindó la oportunidad de ver de más cerca las posibilidades.
La escalada en roca inició en Colombia a mediados de los años 70 del siglo pasado, por la iniciativa de algunos jóvenes que comenzaron a interesarse por este deporte de naturaleza. A 60 km al norte de Bogotá, las Rocas de Suesca se estaban convirtiendo en la primera escuela, con la presencia del grupo CAEC compuesto por estudiantes de la Universidad Nacional y de los primos Alberto Castro y Gonzalo Ospina, jóvenes pioneros de esta actividad en el país.
La década del noventa finaliza con una intensa actividad femenina en la montaña, con proyectos ambiciosos como el de Expedición Colombianas en el Himalaya, la primera vez que un grupo de mujeres colombianas pretendía embarcarse en un proyecto de tal magnitud. En esta última entrega de historia de mujeres y montañas colombianas traemos a cuatro sobresalientes montañistas colombianas que durante los últimos veinte años han realizado diferentes ascensiones en Colombia y Suramérica y cumbres e intentos en las más altas montañas del planeta, en el Himalaya.
Las anteriores historias sobre las mujeres montañistas y escaladoras en Colombia nos han mostrado que hubo mucha más actividad de lo que llegamos a imaginar. La información disponible sobre las décadas de los ochenta y noventa no registra mayor montañismo femenino, sin embargo, encontramos historias como las de Vicky Gutierrez y Claudia Hernández, evidencia de que de hecho sí hubo actividad.
El inicio del andinismo femenino en Colombia fue el tema de la segunda entrega para la historia de mujeres en las montañas colombianas, investigación que cada vez nos apasiona más debido a que encontramos que la presencia femenina ha sido mucho más alta y sobresaliente de lo que esperábamos. Vale la pena preguntarse ¿por qué han permanecido estas escaladoras ocultas tras las sombras de las grandes hazañas masculinas?
En la primera parte de Historia de mujeres en las montañas de Colombia presentamos a mujeres extranjeras que escalaban y paseaban por nuestras montañas; Dorly Marmillod, Linda Biaggi (Toti) y la hermana Calixta. En la década del setenta no se conocía aún presencia de mujeres colombianas en las montañas, de hecho no era una actividad usual en las mujeres de la época, hasta que la enérgica cordada femenina compuesta por Patricia Gaviria y María Isabel Arango llegó.
A través de varias entregas en las próximas ediciones, les traemos un recuento de lo que ha sido el papel de la mujer en la historia del montañismo colombiano; desde los primeros ascensos de la Sierra Nevada de Santa Marta y del Cocuy, hasta los viajes intercontinentales de las escaladoras más vanguardistas de nuestro país.
En octubre del año pasado tuve la oportunidad de asistir al ICM (International Climbers Meeting) Organizado por el AAC (American Alpine Club) en Yosemite. Habían escaladores de diferentes países así como escaladores locales y viejas leyendas. Una de estas leyendas era Keith Hadley que al saber que yo era colombiano me comentó que en 1979 había tenido la oportunidad de escalar la Sierra Nevada de Santa Marta. Esta es la breve historia de su viaje.
El pasado 23 de febrero se conmemoraba una de las efemérides más importantes del montañismo colombiano: los 30 años del primer ascenso nacional a la pared sur del Aconcagua, realizado por Manuel Arturo Barrios en compañía de 4 mendocinos.
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