Habíamos admirado por varios años este gigantesco diedro, pero aún seguíamos esperando el momento adecuado, cuando nuestra confianza nos invitara a visitarlo sin objeciones. La ruta Tétanos fue nuestra primera incursión a esta desconocida e intimidante formación que nos brindó la oportunidad de ver de más cerca las posibilidades.
En el largo de salida y casi de noche Chelo se enfrentó con un helecho que le depositó una astilla horrible debajo de la uña de su dedo pulgar. De allí el nombre de la ruta, ya que el doctor Llano le suministraría -sin previa consulta- la vacuna para evitarle el tétanos. Por esta época habíamos tenido una de las mejores camadas de alumnos de la academia El Escalador, casi todos eran médicos o estaban a corto tiempo de obtener su doctorado. Nuestros alumnos ahora eran nuestros mejores amigos o nuestros amigos se convertían en nuestros mejores alumnos. Quizás esta era la razón principal de dictar cursos. Queríamos compartir con otros nuestros aprendizajes y experiencias y así también expandir el círculo de los aventureros de lo vertical.
En 1983, el diedro más imponente de Suesca aún seguía virgen. Estábamos estrenando nuestro primer juego de empotradores dinámicos o “Friends” Wild Country pero aún no podíamos despechugarnos de los infalibles hexcéntricos que habíamos llegado a conocer como casi extensiones de nuestro ser. Al empotrar los dedos o manos en una fisura era casi una ciencia cierta deducir el tamaño del hexcéntrico que pertenecía en esta apertura y que lo convertiría en una protección que sería el salvoconducto requerido, donde ahora la seguridad y el temor de aterrizar contra la roca pasaban a un segundo plano para dejar en foco la emoción de superar un paso más hacia lo desconocido. Aún se abrían las rutas desde su base, inclusive las variantes a las rutas se realizaban desde la base hasta la cima. El líder desplazaba la mínima cantidad de rocas sueltas en su camino y el que limpiaba la ruta, no solo recuperaba las protecciones, pero se aseguraba de aventar cualquier amenaza de roca suelta para disminuir los riesgos a los futuros ascensionistas. Abrir una ruta requería buena parte del día, salíamos con tierra hasta entre los dientes y muertos de la sed llegábamos a la tienda de la 'Mona' a encontrarnos con los locales, su mayoría mineros, también con los dientes negros pero de carbón local, quienes entre sorbos de cerveza tibia y eructos escondidos de un lado juraban que estábamos buscando tesoros.
Izq. Marcelo asegura a Lucho en la parte alta del segundo largo del Gran Diedro. - Der. Marcelo Arbelaez y Luis Romero en la travesía superior del Gran Diedro.
Invitamos a algunos de nuestros amigos a escalar la primera parte del gran diedro la cual estábamos seguros les ofrecería un excelente día de escalada. La entrada al diedro se hizo por el pequeño diedro a la izquierda y más vertical, que consideramos era uno de los 5.8 más exquisitos del momento. Hoy en día es más habitual entrar al diedro por la otra opción moderada a su derecha, que fue descubierta detrás de barbas y quiches con el tiempo. Ubicamos a nuestros amigos fuera del alcance de las rocas que anticipábamos podrían que ser expulsadas. Marcelo se inspiró con la incertidumbre que el terreno aún virgen ofrece y en su primer pegue consigue elegantemente llegar al final del diedro. Improvisa una estación y me asegura mientras avanzo recogiendo los pocos seguros que utilizó y disfrutando la exigente secuencia de movimientos. Una vez reunidos fijamos una clavija diagonal de 12 cm que finalmente había encontrado su perfecto hogar. Vigorosamente la martillamos tomando turnos y así marcamos nuestro máximo avance del día. Consideramos este tramo un 5.10 sólido, con perfectos empotres que permiten moverse con elegancia entre movimientos más eficientes de fuerzas opuestas entre los pies y las manos.
Allí estudiamos la travesía y concluimos que habría que regresar con el buril y colocar algunos bolts para para proteger y así poder salir exitosamente a la cima de la pared. Era casi imposible olvidar esta escena, queríamos culminar el trabajo emprendido, así que un par de días más tarde -y algo casi común- decidimos dejar de un lado las clases de universidad. Regresamos con el buril e invitamos a nuestro querido amigo Cristóbal Von Rotrich para que nos acompañara ese día para instalar los bolts, pues estaríamos colgados un buen tiempo instalándolos a mano. El eco de nuestros chistes, martillazos y las risas convertían este lugar en un lugar sin igual y estábamos felices de estar ahí. Aquí, colgados en este sitio ya estamos convencidos que El Capitán, en Yosemite estaba en nuestro cercano futuro y Cristóbal estaría cordialmente invitado.
Izq. Tetanus 1992. Foto Juan Carlos González - Der. Cristobla Von Rotckirch en El Gran Diedro 1983.
Esta esquina de vistas terracotas y rosadas se convertiría en uno de los sitios más predilectos donde aprendimos a dominar la mente para poder desatar el movimiento elegante y el avance antes de que la duda entregara las fuerzas y el coraje . Esta sensación que ahora quizás hace parte de nuestro ADN y nos acompaña a todas partes, detectando exactamente el instante de emprender el avance para evitar el estancamiento y la decepción de no haber dado lo mejor posible antes de que sea tarde: ¡Dale Con Todo!
Autor: Luis Arturo Romero
Fotos: Manuel Arturo Gómez
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