El inicio del andinismo femenino en Colombia fue el tema de la segunda entrega para la historia de mujeres en las montañas colombianas, investigación que cada vez nos apasiona más debido a que encontramos que la presencia femenina ha sido mucho más alta y sobresaliente de lo que esperábamos. Vale la pena preguntarse ¿por qué han permanecido estas escaladoras ocultas tras las sombras de las grandes hazañas masculinas?
Es cierto que la actividad escaladora y montañera en Colombia suma cada vez más representantes femeninas y muchos pensarían que ha sido en los últimos años, pero no es así. El ejemplo de María Isabel Arango, Patricia Gaviria y María Victoria Gutiérrez nos ha mostrado que desde la década del setenta y comienzos de los ochenta ya se sumaban cada vez más mujeres interesadas en la práctica de la escalada en roca y la montaña. Y no sólo como acompañantes, si no como fuertes integrantes de las cordadas, como escaladoras integrales y apasionadas.
Claudia Hernandez durante el descenso en rapel del Salto del Ángel
Es el caso de Claudia Hernández, quizá muchos de nuestra generación jamás habíamos escuchado hablar de ella, pero gracias a la motivación que me ha generado esta búsqueda y conversando con amigos cercanos he llegado a su historia, una historia no sólo de aventuras de escalada y montañismo sino de superación personal a través de la motivación que genera este maravilloso deporte, esta forma de vida.
Claudia empezó a escalar en 1987, con Juan Gaviria y Arturo Saad acompañando a su hermano Juan Carlos Hernandez. Desde el comienzo se enamoró de las sensaciones que producía escalar: “estar más cerca de los pájaros, ver el paisaje de una manera diferente”. En esta época la escalada clásica en Suesca era la antesala para ir al Cocuy, los escaladores se preparaban para la aventura de grandes vías o cimas pues la escalada deportiva aún no comenzaba en nuestro país. Con su hermano y Arturo, Claudia conoció la alta montaña en el Nevado del Tolima en 1988 y posteriormente en el mismo año en el Cocuy realizaron la vuelta a la Sierra y escalaron algunos de los clásicos; el Pan de Azúcar, el Púlpito del Diablo, el Cóncavo y el Concavito, entre otros.
El gusto y la pasión por la escalada llevaron a Claudia a viajar fuera del país, siendo así una de las primeras representantes de Colombia en el exterior. Después de un viaje a Venezuela, a la Guairita, junto a Henry González, viajó a Brasil y participó en 1989 en el primer suramericano de escalada deportiva en muro artificial ocupando el tercer lugar y en el primer campeonato brasileño de escalada logrando el primer lugar en velocidad. Luego de esto, escaló en Rio de Janeiro, Sao Paulo y Curitiba, en total un viaje de tres meses que significó para ella una enorme motivación.
La Cordillera Blanca en los Andes peruanos también ha sido destino de montaña para Claudia.
A su regreso, junto con Arturo Saad y su hermano Juan Carlos, decidieron hacer la pared del Ritacuba Negro y se propusieron abrir una ruta en el Pico Güicán. El último proyecto no fue posible pero terminaron abriendo una vía de roca por el medio del circo entre los Ritacubas Blanco y Negro, que se llama “Ud. y la Eternidad”. Esta apertura duró seis días, cuatro de los cuales pasaron sin comida ni gasolina para derretir nieve, es decir, sin agua. Para Claudia, y seguramente para toda la cordada, una experiencia “épica de supervivencia y moral”.
En 1992 Claudia se fue a vivir a Francia, donde por supuesto continuó activa en la roca y en la montaña en lugares como Fontainebleau, el Verdon, Buoux y cada año durante diez años en Chamonix (Mont Blanc, Mont Blanc du Tacul) y en diferentes montañas y rutas de los Alpes (entre ellas el Cervino o Matterhorn). Entre 1995 y 2015 Claudia ha permanecido activa escalando en España, en México y en Perú. En Patagonia realizó el trekking del Fitz Roy y en las torres del Paine, la W; también ha realizado diferentes trekking en Nepal, Tibet, Cambodia y Tailandia. En 1998 fue una de las primeras mujeres (la primera colombiana) en hacer el trekking en Auyantepuy (Venezuela) de once días con el descenso en rapel en el Salto del Angel. En el 2016 viajó al Monte Fuji en Japón.
En medio de todas estas emocionantes aventuras Claudia también tuvo que enfrentarse a un gran reto relacionado con su salud. En 2015 tuvo un cáncer en el pecho que superó después de tratamientos de radioterapia, intervenciones quirúrgicas, tratamientos naturales, regímenes alimenticios, entre muchas otras cosas. Claudia recuerda cómo los médicos le quisieron hacer creer que después de haberle extirpado los gángleos de un brazo y de haber pasado el proceso de recuperación no podría volver a hacer fuerza, lo que para una escaladora y deportista significaría el fin de su carrera deportiva. ¡Absolutamente falso!, “La vida no se acaba por una enfermedad, así como la escalada no se acaba con una caída. Te hace más fuerte, te muestra lo que puedes hacer mejor”.
En 2016 ascendió al monta Fuji en Japón.
Claudia ha sido una escaladora apasionada, una guerrera de la vida quien a través de la escalada ha entendido lo que es la libertad, lo que significa sobrepasar los límites propios, superar lo que sea necesario para realizar sus sueños, incluso una enfermedad, “ir a ese segundo aire al que siempre puedes llegar”. Más que un deporte, la escalada ha sido para ella una lección de vida que le ha servido y le servirá por siempre a superar cualquier tipo de reto al que se pueda enfrentar. Un ejemplo más que nos invita con su historia a luchar por nuestros sueños a pesar de las dificultades, a explorar y potenciar dentro de nosotros mismos todas nuestras capacidades y a enfrentar uno a uno los obstáculos que se presentan en el camino. Infinitas gracias a Claudia por compartir su historia.
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Continúe en este link con la cuarta parte de este interesante relato de Historias de Mujeres en las Montañas de Colombia. |
Este articulo hace parte de la colección especial que recopila y celebra los más de 10 años de la Revista La Piola. Fue publicado originalmente el 30 de Octubre de 2018 en la Revista La Piola edición impresa #32.
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