Evitando estar en los destinos más concurridos, decidimos pasar la temporada turística en un páramo desolado y poco conocido, aunque no tan lejano ni inhóspito como se podría pensar.
Viajamos de Bogotá al municipio de Cerrito, Santander, pasando por Soatá, Capitanejo, Málaga y subiendo por la carretera donde el río Servitá le cae al Chicamocha; una región árida salpicada de cactus y apriscos donde el sofocante calor hace difícil respirar.
El día de los Santos Inocentes nos amanece en Cerrito, alistando morrales y equipos de escalada para permanecer al menos unos 5 días internados en el Páramo del Almorzadero, del que solo tenía referencias por algunos escaladores que anduvieron por allí hace unos 20 años, pero sobre todo por los recuerdos vagos que tenía en mi mente de la Revista PAN, donde Erwin Krauss relata su paso por este páramo en alguno de sus viajes a la Sierra Nevada del Cocuy.
Refugio de Montaña El Salto
Claro que hoy día no es como antaño, pues ya teníamos reservada nuestra estadía en el “Refugio de Montaña El Salto”, y subimos fácilmente por una carretera corta en cuya punta se aprecia cómo se desploma al vacío la hermosa Cascada El Salto, de varias caídas en secuencia que dan forma y estruendo al nacimiento del río Servitá. En el Refugio, Doña Doris nos recibe con tinto para combatir el frio paramuno al que nunca logramos aclimatar. Ya había yo leído que al Almorzadero le dicen “El páramo más frio de Colombia”. Nuestro grupo conformado por Julio, María Teresa, Daniela, Ángela y yo, recibimos el tinto y la calurosa bienvenida al lado del fogón de leña de la cocina.
Sombras sobre los Picos de Chepa
Para llegar al Refugio, se asciende solamente un kilómetro por un sendero de piedra y barro que serpentea un laberinto de canales de roca y páramo para terminar en esta típica casa campesina de las montañas, una parte de ella todavía conserva las paredes de sorocos y el techo de pajonal, tal cual fue construida hace más de 300 años. Allí no hay energía eléctrica ni señal de telefonía celular y mucho menos wifi; así que la desconexión es total, como cuando pasó Kraus por allí.
Frente al refugio, se levanta llamativo un cerro del que nunca supimos el nombre, y que tampoco aparece en los mapas, pero que entre los escaladores es conocido como “El Deshuesadero”. Luego, até cabos escuchando las historias de los campesinos sobre las águilas que se roban a los corderos y terminan deshuesando a sus presas en los nichos que proporcionan esas peñas. Pues bien, también son esas peñas del interés nuestro y a por ellas es que hemos llegado hasta ahí. Levantamos nuestras carpas en una amplia pradera al lado del Refugio y bajo los pies del Deshuesadero. La noche nos agarró mientras hacíamos algunas cortas escaladas en los muros bajitos al lado del Refugio, a manera de entrenamiento y tratando de aclimatar, inútilmente, nuestras manos al frío de la roca paramuna.
El día después de Inocentes decidimos iniciar la escalada en la pared más baja y accesible. Tuvimos que esperar a que el sol calentara un poco el ambiente para movernos con fluidez y no como extraños maniquíes con la nariz roja y las manos entumecidas por el frío. Afortunadamente las paredes apuntan a oriente y desde temprano ya nos alumbra el sol, aunque sin proporcionar mayor calor, pues es bien sabido que el sol de madrugada en el páramo es solamente luz que regocija, pero no calienta.
Paisaje subiendo a La Colorada
Me sorprendió gratamente encontrar una increíble pared de roca franca y maciza, surcada por cientos de grietas de todos los tamaños y con una pendiente que ronda los 50-60 grados, proporcionando múltiples opciones de rutas de escalada, una al lado de la otra. Esta primera escalada fue el descubrimiento de un paraíso para la escalada de aventura, fácil, cómoda y segura. No hay roca suelta ni fracturada, fisuras por doquier con muy buena protección de todos los tamaños, pasos continuos de escalada en adherencias y pequeñas repisas con cómodos descansos. Los escaladores principiantes y aficionados encontrarán allí un escenario perfecto para realizar sus primeras escaladas de aventura sin correr tantos riesgos. Seguramente también funciona para las guianzas de multilargo en un ambiente propio de alta montaña y aventura.
Después de probar las rutas y estar ya entrados en confianza, lo natural es pasar a la exploración y realizar la apertura de otras vías de escalada; también con el objetivo de aumentar el número de rutas y así despertar el interés de otros escaladores por visitar esta zona tan desconocida, pero con alto potencial. En la pared de abajo, nos aventuramos por escalar una nueva ruta que atraviesa todo el centro del muro, que resultó ser un lindo 5.7 sin mayores complicaciones, a la que bautizamos “Probando Suerte”. Todas las rutas de esta pared de abajo terminan en una gran repisa en donde está instalado una única estación de rapel a 70 metros del piso, por lo tanto, se requiere escalar con al menos dos cuerdas de 70 u 80 metros.
Campo Base en El Salto
El día de nochevieja despuntó más frío y solitario que los demás. El Refugio desolado y los corrales tranquilos. Todos, al parecer, se bajaron al pueblo de Cerrito para festejar allí el Año Nuevo. Nosotros, al contrario, nos quedamos solos en el páramo huyendo de las festividades cosmopolitas y buscando nuestras propias alegrías en las alturas y las verticales. Madrugamos entonces para trazar una nueva y evidente línea de escalada en la arista sur en el centro del Deshuesadero.
Con un juego sencillo de seguros móviles nos adentramos en la pared que, sin ser del todo vertical, sí daba la sensación de vacío a medida que escalábamos. Al principio la cresta es un tanto redondeada, lo que permite escalar justo sobre la cresta, o quizás en un lado u otro de la misma; así durante los dos primeros largos. Luego, una gran repisa permite solo caminar horizontalmente para mover la reunión unos 70 metros para situarse a la izquierda de la zona desplomada en toda la mitad de la pared, y que pareciera un gigantesco mordisco en medio de la arista. Y al final, esta segunda mitad, transcurre por la zona más afilada y estética de la cresta, tanto así que algunas secciones se pueden superar pasando una pierna por cada lado de la arista, tal y como montando una silla de caballo. Allí, gracias al buen clima, la amplia y lejana visibilidad y el paisaje vertical, logramos unas bonitas fotos de Ángela haciendo equilibrios sobre una de las puntas de la cresta. La cumbre, siendo bastante alta y aérea, no resulta ser tan fotogénica como esta sección de la afilada arista. Sin embargo, en la cima tomamos las fotos de rigor y descansamos por un rato mientras yo aprovechaba para estudiar la ruta de ascenso al Pico La Colorada, que estaba detrás del Deshuesadero y a la que nos dirigiríamos el día siguiente. La ruta nueva luego sería bautizada como “La Cresta del Cóndor”.
Así pues, cuando el pueblo aún no despertaba de sus festividades, nuestro grupo se puso en marcha hacía el extremo norte del Valle del río Servitá, en cuyas cabeceras se elevan los dos picos más altos del Páramo del Almorzadero y por tanto del departamento de Santander: El Pico La Colorada, con 4534 msnm, y los Picos de Chepa, con 5413 msnm, levantados uno en cada lado de las vertientes de la cuenca.
Cumbre del Pico La Colorada
La caminata es sencilla, y de trazo bastante directo desde el Refugio. Se asciende por praderas y pajonales hacia el norte, hasta llegar al estrato rocosos compuesto por placas y llambrias que permiten ganar altura fácilmente y que dan acceso directo a la cumbre. De este día guardo especial recuerdo por el impresionante panorama que tuvimos desde la cumbre de La Colorada, observando a lo lejos la Sierra Nevada del Cocuy y Güicán donde resaltaban los Ritacubas y La Aguja, ya que la mirábamos desde el norte. Además, al poco tiempo de bajar de la cima, el vuelo de varios cóndores aderezó el espléndido día de cumbre, paisajes, buen clima y camaradería entre los amigos de montaña. De hecho, los cóndores fueron acompañantes habituales en varias ocasiones del viaje ya que el Páramo del Almorzadero es bien conocido por poseer la mayor población de cóndores en el país, y que la mayoría de ellos son nativos de Colombia, no introducidos provenientes de otros países.
Topos páramo del Almorzadero
Para finalizar, solo me basta resaltar el gran potencial que tiene este páramo para la escalada en roca. Principalmente en el cordón montañoso que conforman los Picos de Chepa y en donde hay cientos de placas tumbadas con visibles fisuras, aristas, diedros, crestas y cumbres agudas en donde seguramente se podrían trazar muchos itinerarios de escalada. Será tarea de las nuevas generaciones de escaladores, avanzar en la exploración y ascenso de todas estas cimas vírgenes y lejanas.
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