En la mitología griega hay ocasiones en las que los dioses interactuaban con mortales. En determinados momentos podían compartir el mismo espacio y hasta incluso podían “tener un cuento”. La historia que voy a contar es algo parecido, es la historia de cómo un vil y flojo mortal terminó un día encordado con un ser mitológico de la escalada.
Durante el pasado mes de julio viví una de las experiencias más emocionantes de la vida: escalar La Esfinge, una gran pared en Perú. Siete meses atrás había sufrido una lesión en la mano derecha que me alejó durante algunos meses de la escalada. Los períodos de lesión son duros emocionalmente, pero rápidamente encontré el proyecto que me mantendría motivada y gracias al cual saldría adelante; La Esfinge, en la Cordillera Blanca por la vía del 85 (6b+, 18 largos).
Ubicada al sur oriente del departamento de Santander sobre la Troncal Central del Norte, a 120 km de distancia de la ciudad de Bucaramanga y a 363 km de la ciudad de Bogotá, tiene un rango de altitudes que van desde los 800 m en el Cañon del Chicamocha, hasta los 4600 m en el páramo de Almorzadero.
Qué bien se siente una ducha caliente después de meses viviendo en cuevas y escalando grandes paredes, bien diferente comenzar el día en frente del computador colectando en palabras los intensos momentos vividos en los 800 metros de la cara este del cerro Cota 2000 ubicada en el Parque Nacional Torres del Paine en La Patagonia Chilena.
Quieres repetir la vía? Deberás estar dispuesto a ser devorado por una estrecha chimenea, a ser la presa fácil que se introduce en las fauces del monstruo volcánico que captura el torax y lo oprime con fuerza entre dos lápidas mortuorias; a sentir cómo los bordes de la ancha grieta se clavan en la carne de los muslos y los antebrazos como afilados colmillos de fieras voraces; y resultar con las manos, que luchan por salir de semejante pesadilla, sangrando por causa de las rozaduras que la abrasiva piedra infringe en sus dedos.
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