Como es ya hábito en Colombia, las cosas pasan y se quedan así; los beneficiados guardan silencio y los perjudicados poco a poco se acostumbran. Y precisamente eso es lo que está pasando en el Parque Nacional Natural El Cocuy, que en los últimos años ha tenido cambios sustanciales en la manera como regula el ingreso de turistas y con cada nueva medida los visitantes cada vez tienen menos oportunidad de apreciar las maravillas paisajísticas de este inigualable lugar.
Antaño (ya suena como historia patria) a los visitantes se nos permitía ingresar al Parque y disfrutar un sinnúmero de paisajes y sitios de gran belleza escénica, por ejemplo el trekking de la “Vuelta a la Sierra”, los valles intermontanos de la vertiente oeste o el acceso a las altas cumbres de las montañas nevadas. Hoy todo esto está prohibido bajo un discurso mimetizado en la “Protección” pero con claros intereses económicos, donde el ecoturismo dejó de ser una estrategia de conservación para convertirse en una estrategia financiera.
Veamos. Hace algunos años los visitantes ingresaban al Parque pagando una tarifa justa y así podían caminar, acampar, escalar, hacer fotografías, disfrutar el paisaje, conocer la nieve, colmarse de naturaleza y experiencias al aire libre que solo la alta montaña puede brindar al ser humano. Hoy día, la tarifa de ingreso ha aumentado desproporcionalmente frente a otras áreas protegidas del país y las actividades que se permiten cada vez van a menos. Y ni qué hablar de las facilidades y acondicionamientos para los visitantes, pasan los años y a duras penas el Parque empieza a pensar en las baterías sanitarias, cosa que debió pasar hace mucho tiempo antes que la situación socioambiental del Parque colapsara.
Panorámica de los San Pablines norte y sur desde el alto valle de la Laguna de la Plazuela y el rio Corralitos
Pero el modelo económico-turístico del Cocuy es un polígono de varios ángulos, donde los grandes beneficiados son los empresarios del turismo, en detrimento de la calidad de la experiencia de los visitantes. Siempre se habló que el consumo de productos y servicios locales es una de las buenas prácticas del turismo, pero acá ya se pasó al otro extremo y resulta ser ahora el único interés que motiva al turismo en la región, pues el sistema actual no encuentra más que maneras de exprimir los bolsillos de los visitantes.
Y claro, cada nueva medida busca que los visitantes paguen más por menos beneficios. Por ejemplo con la prohibición de pernoctar en la montaña, ahora deberán pagar por transportes expresos, dos veces, cada día que deseen caminar el Parque; también hoteles y alimentación a diario en los poblados cercanos. Ahora, con la medida de contar con un guía obligatorio, exprimen aún más el presupuesto de viajero.
Vista al sur desde la cumbre del Pico Ritacuba Blanco a 5330m
Así mismo, las agencias operadoras de las principales ciudades del país se ven beneficiadas de este modelo perverso, pues el modelo actual está fortaleciendo el turismo consumista y masivo del pasadía, y restringiendo cada vez más el turismo respetuoso y responsable propio los montañistas que visitaban fielmente cada año esas montañas.
Visto de esta manera, el Parque está siendo monetizado y entendido únicamente como fuente de dinero; pero ¿Dónde está la visión espiritual de la Montaña? Aquella que habla de un lugar mágico, escuela de vida, centro de energías cósmicas donde los seres humanos milenariamente han ido a entrar en contacto con sus sentidos primigenios y encontrar regocijo en los espacios abiertos. Esos lugares están siendo prohibidos por decisiones burocráticas y los visitantes sensibles que pudieran sentir la conexión con las montañas están siendo alejados y reprimidos de tales experiencias; los hilos que nos mantenían unidos con la naturaleza de las altas cumbres están siendo mutilados en pro de un turismo económico.
Vista del Pico Pan de Azucar desde la cumbre del Púlpito del Diablo a 5080m
Pero que quede claro! No se trata de estar en contra del turismo convencional que se está desarrollando, si no al contrario, encontrar maneras de coexistencia entre las dos maneras de ver las Montañas, los que la ven como un destino más en su Check list, y los que la vemos como los espacios madre de contacto estrecho con la naturaleza. Con buena gestión y organización, al Cocuy deberíamos poder ir todos a cumplir nuestros sueños; sea una foto, sea una aventura o sea un reencuentro con la esencia de la Montaña.
Este articulo hace parte de la colección especial que recopila y celebra los más de 10 años de la Revista La Piola. Fue publicado originalmente el 20 de Febrero de 2018 en la Revista La Piola edición impresa #30.
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