Los Farallones del Citará es un lugar mágico y único en la geografía colombiana, ubicados en la cordillera occidental, entre los límites de los departamentos de Antioquia y Chocó donde nacen las aguas que surten al caudaloso Río Atrato. Son una formación rocosa y escarpada que se eleva hasta los 4020 msnm, una montaña “no muy alta” pero con grandes dificultades de acceso por la dificultad del terreno.
Un recorrido que inicia en los 1500 msnm en la vereda “el Ardedero” del Municipio de Ciudad Bolivar en el departamento de Antioquia, transitando por un inclinado bosque de niebla, donde el ascenso se convierte en un camino interminable; donde el espesor de la vegetación, las ramas golpenado el rostro, los bejucos que se enredan en la mochila como que no permitieran pasar, donde hay que hacer maniobras para zafarlas, y la humedad de este bosque tropical, hacen que sea muy complicado el transitar.
El tener que arrastrarse en el barro, trepar árboles, atravesarlos, colgarse de los bejucos, escalar en roca para continuar el único camino que hay hacia el campo base, lo vale todo para poder apreciar los colores, formas, la gran diversidad de flora y aves que se encuentran allí. Estas dificultades y recompensas son razones para visitar este mágico he imponente farallón, pero más allá de todos estos regalos que tiene este lugar para los que amamos las montañas, esta ella, esa pared de más de 300 metros de altura y un precipicio de más de 600 metros aproximadamente, que se logran apreciar desde el campamento a 2350 msnm aproximadamente; es una sensación única, como si la montaña nos hablara, invitandonos al ascenso, pues el campo base es solo la mitad del camino.
La segunda parte de este trayecto, desde el campamento hasta la cumbre, es igual de difícil y más técnica que la primera, solo que en esta ocasión hay más roca de lo normal, con algunas terraza para descansar, hasta llegar a la cumbre del Cerro San Nicolás. A pesar de tener tanta humedad y la presencia de bromelias, frailejones y cojines de agua, no se logra hallar un afluente de agua, que aprovisione a los montañistas con este líquido vital, por lo que si usted piensa visitar este lugar, es muy recomendable que se lleve el agua desde el inicio del recorrido, lo que hace aún más duro el acenso (Imposible subir mulas).
Una vez estando en la cumbre del Cerro San Nicolás (4020 msnm), el regalo que nos da la montaña no tiene precio, la vista más alucinante del suroeste antioqueño, con un balcón privilegiado al departamento del Chocó, y como si fuera poco, dependiendo de la nubosidad se logra apreciar, el Cerro Tatamá, Nevado, del Ruiz, Nevado Santa Isabel, Páramo de Urrao y parte de la Cordillera Central, un privilegio que solo los amantes de las montañas nos damos, ya que se debe estar dispuesto a exigir el cuerpo a condiciones extremas para lograr estos regalos.
El descenso es la parte más peligrosa de todo el camino, ya que por su alto grado de inclinación y sumarle a esto la fatiga del cuerpo, puede ocasionar alguna caída o accidente, es donde más precauciones se deben de tomar, donde al final del camino, un rio cristalino lleno de innumerables especies de mariposas y en donde un merecido baño es una recompensa para el cuerpo, mente y espíritu, y tener la satisfacción de haber logrado alcanzar la cumbre de unas de las montañas más exigentes de Colombia.
Juan Felipe Tamayo Marín
Este articulo hace parte de la colección especial que recopila y celebra los más de 10 años de la Revista La Piola. Fue publicado originalmente el 20 de Febrero de 2018 en la Revista La Piola edición impresa #30.
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